Por Matías Spelta*
Adrián Ravier es Licenciado en Economía, egresado de la Universidad de Buenos Aires; completó un Master en Economía y Administración de Empresas en ESEADE; y en enero del presente año, alcanzó su doctorado en Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Como miembro del departamento de investigaciones de la Fundación Friedrich A. von Hayek, es editor de la Revista digital “La Escuela Austríaca en el Siglo XXI”, ha organizado y participado de Congresos Internacionales y es docente de economía, en grado y postgrado, en distintas universidades de la Argentina.
Adrián Ravier junto a Gabriel Zanotti
MS: ¿Cómo llegaste a las ideas de la Escuela Austríaca ?
AR: Mi primera deuda es con mi padre, quien primero me estimuló a estudiar economía, y luego, a medida que iba avanzando en la carrera, me ofreció leer libros del Centro de Estudios sobre la Libertad (CDEL), y diversos números de Libertas , la revista académica de ESEADE que hoy se titula RIIM. Mi padre recibía ejemplares de Libertas por pertenecer a la UCEDE.
En paralelo con la licenciatura en economía pude ir estudiando autores como Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek, Murray Rothbard, Leonard Read, Henry Hazlitt, Israel Kirzner, además de ensayos académicos de «austríacos argentinos» como Alberto Benegas Lynch (h), Martín Krause, Gabriel Zanotti, Juan Carlos Cachanosky, Ricardo M. Rojas, entre otros.
Recuerdo muchas tardes y noches en las que volvía de la facultad y mi padre me preguntaba sobre los contenidos de la carrera. Apenas empezaba, él ya interrumpía con largas historias, y luego terminaba con una serie de libros que se iban trasladando desde su biblioteca a lo que fue el inicio de mi propia biblioteca. Muchos de esos libros nunca volvieron a su biblioteca.
MS: ¿Cómo fue tu paso por la universidad donde, en general, enseñaban cosas que no compartías?
AR: Disfruté muchísimo mi paso por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, aunque, paradójicamente, no rescato las enseñanzas de ninguno de mis profesores.
Podríamos decir que el programa de estudios de esta universidad tenía cuatro fallas centrales:
Primero, que el programa estaba muy desactualizado. Uno entiende que la Escuela Austríaca esté ausente, ya que ocurre en las mejores universidades, pero los Clásicos, la Escuela de Chicago, la Nueva Macroeconomía Clásica, la Economía Institucional, por citar algunos ejemplos, también estaban ausentes. En otras palabras, varios premios Nobel de Economía como Friedrich A. von Hayek, Robert Lucas, James Buchanan, Ronald Coase o Douglass North no fueron mencionados. Milton Friedman por su parte, sí fue mencionado, pero sólo para criticar su teoría cuantitativa del dinero.
Segundo, que el programa de estudio estaba muy sesgado a la izquierda. Marx y Keynes resumían prácticamente todos los contenidos. Quizás el caso más llamativo fue la materia «Organización Industrial». Su curso incluía una serie de capítulos de «El Capital» de Marx, donde se estudiaba en detalle «la plusvalía», la «teoría de la explotación» y la “concentración del capital” que implicaba el sistema capitalista.
Tercero, que las clases, en una gran proporción, no eran dictadas por los «titulares», sino por sus «adjuntos» o “auxiliares”, que en muchos casos, todavía no habían terminado la carrera.
Cuarto, que el programa de estudio sólo incluía una materia de teoría política, y ninguna de derecho. Un economista egresaba de la Facultad de Ciencias Económicas sin haber estudiado jamás la Constitución Nacional, y sin haber reflexionado nunca sobre la importancia de la seguridad jurídica, la estabilidad de las reglas de juego y los derechos de propiedad. No llama la atención que, a partir de ello, uno observe propuestas «económicas» que atentan contra las instituciones fundamentales. El Plan Fénix, creado por profesores de esta casa de estudio, es un excelente ejemplo.
Estas deficiencias supongo que crearon en mí la necesidad de «buscar» bibliografía, necesidad que mantengo hoy en día, y que internet, que nació cuando promediaba la carrera, me ha facilitado.
Haber desarrollado mis estudios de la literatura de la Escuela Austríaca, en paralelo con el material mencionado, me llevó a debatir con muchos profesores, pero siempre en un marco de respeto y cordialidad. Incluso en los exámenes, muchas veces contestaba lo que se me pedía, pero luego explicaba la perspectiva de la Escuela Austríaca sobre los mismos temas. Los profesores jamás me cuestionaron. La UBA está gobernada por economistas de diferentes tendencias, y todos saben respetar al que piensa diferente. El debate siempre fue posible, y ello es lo que rescato.
MS: ¿Recordás alguna anécdota de aquellos años?
AR: Anécdotas hay muchas. La más importante seguramente fue la que me ocurrió al intentar encontrar un tutor para mi tesina de grado. Dado que la mayoría de mis profesores habían sido adjuntos o ayudantes, no había muchos a quienes uno pudiera recurrir. Si un profesor titular no se presenta a clase, muy difícilmente acepte luego dirigir una tesis.
Cursé «Finanzas Públicas» con Ricardo Rotsztein, adjunto de la Cátedra de Macón. El curso fue de lo mejor de toda la carrera, y recuerdo que estudiamos «las fallas de mercado» a través de algunos capítulos de un libro de Joseph Stiglitz sobre el Sector Público. Rotsztein entregó, como parte de la bibliografía, un artículo de Alberto Benegas Lynch (h) titulado «Bienes públicos, externalidades y free riders, el argumento reconsiderado», el que leí con mucha atención, y el que me originó muchas inquietudes. Decidí hacer mi tesina sobre estas «fallas de mercado», de tal forma de elaborar una respuesta a Stiglitz, sobre la base de los escritos de la Escuela Austríaca. Rotsztein me comentó que, como adjunto, no podía dirigir mi tesina, pero que podía contactar a Macón y ver si él estaba interesado. Macón aceptó hablar conmigo, lo cual me llenó de satisfacción. Tuvimos una charla por teléfono, donde expliqué mi objetivo y la bibliografía que iba a utilizar. Macón desistió. Le pedí explicaciones, y me dijo que allá por 1959, el profesor Ludwig von Mises había visitado la UBA para ofrecer sus famosas “Seis Conferencias en Buenos Aires” (que en realidad fueron siete). Un joven estudiante se acercó a Mises y le ofreció un escrito que había desarrollado con mucho esfuerzo, y que esperaba fuera analizado por esta eminencia. Mises tomó el escrito, pero al ver en él, toda una serie de números, ecuaciones, estadísticas, parece que devolvió el escrito al estudiante; rechazó su lectura. Ese joven era el Dr. Julio Olivera, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, y hoy, posiblemente uno de los economistas argentinos de mayor reconocimiento internacional. Macón sólo escuchó esto de la Escuela Austríaca, y fue suficiente para rechazar sus ideas. Uno puede recriminarlo, pero también explica que la actitud de Mises para con ellos, provocó un rechazo, que todavía hoy atenta contra estas ideas.
MS: En el 2005 recibiste la Ludwig von Mises Summer Fellowship. ¿Cómo fue esa experiencia?
AR: Pienso que fue totalmente determinante en mi vocación académica. Allí comprendí que quería dedicarme a la docencia y a la investigación, aunque desde luego, en Argentina hay dificultades mayores a las que uno puede encontrar en Estados Unidos o Europa, para dedicarse a esta vocación. Creo que la causa de estas dificultades debemos buscarlas en el Ministerio de Educación, que al impedir la creación de nuevas universidades o institutos universitarios, impide la competencia, crea un mercado regulado (que es prácticamente un oligopolio), y en definitiva coarta la investigación.
Volviendo a la pregunta, gracias a cartas de recomendación de Jesús Huerta de Soto, Gabriel Calzada, Martín Krause, Gabriel Zanotti y Martín Simonetta, pude recibir una beca de investigación de tres meses, y trabajar junto a Joseph Salerno y un grupo de estudiantes muy talentosos que llegaban de todas partes del mundo. Uno puede tener diferencias con algunos economistas del Mises Institute, pero lo cierto es que nunca había visto una disciplina para el estudio como la que observé allí, donde la investigación es realmente full time, y donde uno entiende que se debe especializar, si realmente quiere contribuir en algo.
Con esto no quiero ser crítico del estudio multidisciplinar. Como nos enseñara Mises, es bienvenido un economista que maneja las nociones fundamentales del derecho, de las ciencias políticas y que no sea ajeno a la historia. Pero cuando uno quiere introducir contribuciones en un campo, como en mi caso espero sea la macroeconomía, necesita trabajar tanto material, que difícilmente encuentre tiempo para profundizar en diversos campos. Lo que Hayek ha hecho, al introducir aportaciones en economía, filosofía de la ciencia, historia del pensamiento económico, ciencias políticas, derecho y hasta psicología, es un mérito que como explicó Peter Boettke en la biografía que le destinó, realmente será difícil, sino imposible, de igualar.
Cumplidos los tres meses, esta institución organizó el Mises University, un congreso de Escuela Austríaca que dura una semana, y al que llegan alrededor de dos centenares de estudiantes de todo el mundo para recibir clases de destacados economistas como el mencionado Salerno, así como Walter Block, Roger W. Garrison, Jörg Guido Hülsmann, Mark Thornton, George Reisman, Robert Murphy, entre muchos otros.
MS: ¿Y qué nos podés contar de tu asistencia a la reunión de la Mont Pelerin Society (MPS) que tuvo lugar en Guatemala en 2006?
AR: Tenía 20 años cuando escuché por primera vez lo que era la MPS. Sabía que muy pocos argentinos habían participado de estas reuniones, y creía que, con mucho esfuerzo y empeño, quizás con 60 ó 70 años y tras una vida académica exitosa, podría participar de la misma.
Pero de alguna manera me enteré que la MPS organizaba un concurso de ensayos, uno en inglés y otro en español, otorgando como premio la posibilidad de asistir al evento que tendría lugar en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.
El tema no era fácil, ya que había que trabajar la relación entre el proceso de globalización por un lado, y la paz por el otro. Participé porque consideré interesante el tema, pero realmente no creía que fuera posible ganar. Recibir el primer premio debió haber sido una de las satisfacciones más importantes de mi vida profesional.
Hoy valoro mucho aquel artículo, el que traduje al inglés, y hacia principios de este año se publicó en el Libertarian Papers.
Allí, como en el Mises Institute, tuve la posibilidad de conocer a importantes personalidades, como Peter Boettke o Mark Skousen, pero fundamentalmente a tres amigos personales como Nicolás Cachanosky, Pablo Iannello y Pía Greene.
El rigor académico que caracterizó a cada uno de los conferencistas me impactó profundamente, y comprendí que las diferencias entre “Chicago y Viena” se podían solucionar en el campo de las políticas públicas.
MS: Recientemente has terminado tu doctorado bajo la dirección de Jesús Huerta de Soto. ¿Podrías contarnos en qué consistió tu tesis doctoral?
AR: Cuando terminé la licenciatura en economía en la UBA, tuve la oportunidad de formalizar mis estudios sobre las ideas de la Escuela Austríaca en un Master en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Allí tuve varios profesores que considero importantes como Gustavo Matta y Trejo, Juan Carlos Cachanosky o Martín Krause, y por allí comenzó a surgir mi interés por los temas que hacen a la macroeconomía.
Cuando completé mis estudios de postgrado, resurgió mi interés en completar mi doctorado en el exterior, algo que desde muy joven venía planificando.
Fue Martín Krause quien me contactó con Jesús Huerta de Soto, y aprovechando que mi hermano vivía (y aun vive) en Madrid, pude viajar y desarrollar mis estudios de doctorado, con quien considero es uno de los principales representantes de la Escuela Austríaca, y quizás uno de los máximos especialistas en el campo de la macroeconomía y la teoría monetaria.
Mi tesis doctoral se tituló “Una posible solución a la observación de Friedman en el marco del estudio de la Curva de Phillips” y el objetivo fue sintetizar la literatura sobre la Curva de Phillips, esto es la relación entre la política monetaria, la inflación y el desempleo, mostrando deficiencias en los enfoques keynesiano y monetarista, y formulando una Curva de Phillips alternativa, de pendiente positiva, fundada en la tradición de la Escuela Austríaca de Economía, y en particular sobre la base de la teoría austríaca de los precios y del capital, la función empresarial, la no neutralidad del dinero, la noción de expectativas subjetivas y la teoría austríaca del ciclo económico.
Hace alrededor de un mes terminé de trabajar en un libro que compilará mi tesis de maestría, mi tesis doctoral y un ensayo que escribí para el homenaje que ESEADE le hiciera a Alberto Benegas Lynch (h). El título del libro será “En Busca del Pleno Empleo” y el subtítulo “Estudios de Macroeconomía Austríaca y Economía Comparada”.
También estoy intentando resumir esta idea de la “Curva de Phillips Austríaca” en un paper de no más de diez páginas. Luego veremos si algún Journal americano está dispuesto a publicarlo.
MS: ¿Podrías contarnos un poco más sobre la idea central de esta Curva de Phillips de pendiente positiva?
AR: Puedo intentar resumirlo. Digamos que partimos de una situación donde hay estabilidad, es decir, inflación cero, y cierto desempleo, de un 8 %. El trade off de la Curva de Phillips, sobre la base de la teoría keynesiana, nos enseña que sería posible mediante la política monetaria, alcanzar el pleno empleo, si aceptamos que se eleve el nivel general de precios. Esto, para el corto plazo, es aceptado por la Escuela de Chicago, y también por la Escuela Austríaca.
El mérito de Milton Friedman fue demostrar con las mismas herramientas que utilizó Phillips, qué ocurriría en el largo plazo, ante esta expansión monetaria y crediticia. Friedman, en representación de la Escuela de Chicago, le enseñó a los economistas, y también a los hacedores de políticas públicas, que el éxito de la política monetaria en alcanzar el pleno empleo, estaba sustentado en una caída del salario real. Enseñó que los agentes económicos no se dejarían engañar por mucho tiempo, y una vez que acomodaran sus expectativas, renegociarían los contratos laborales, y con ello, el nivel de desempleo volvería a su tasa natural. En consecuencia, el resultado de corto plazo podía ser favorable para el empleo, pero en el largo plazo, el efecto se “neutralizará”. La autoridad monetaria puede insistir en aplicar políticas monetarias expansivas, pero lo único que conseguirá es un efecto real de corto plazo, que se neutralizará en el largo plazo. Finalmente, Friedman enseña (como lo hace con el famoso ejemplo del helicóptero), que en el largo plazo, el efecto de la política monetaria es sólo nominal, es decir, sobre los precios.
Lo que intenté hacer con mi tesis fue emular lo que hizo Friedman con la Escuela de Chicago, pero para el caso de la Escuela Austríaca. En definitiva, las ideas centrales de la Curva de Phillips vertical ya habían sido desarrolladas por Irving Fisher hacia principios del siglo pasado.
Veamos entonces la siguiente figura.
La Curva de Phillips Austríaca
Supongamos que partimos del punto A, con un nivel bajo de inflación, y con cierto nivel de desempleo, representado, digamos, en la tasa natural de desempleo. Dicha tasa natural tiene implícitos varios componentes, como la legislación laboral, el salario mínimo, la función de los sindicatos, etc. Para ejemplificar, podríamos decir que se trata de un país cualquiera, con una tasa de desocupación del 8 %.
Dentro de la tradición de la Escuela Austríaca, la única forma de alcanzar una situación de pleno empleo, de modo sostenible, es renunciando a practicar políticas monetarias, al mismo tiempo que habría que ofrecer plena flexibilidad en el mercado de trabajo, es decir, erradicando toda la legislación laboral, incluyendo los salarios mínimos. Si esto ocurre, la economía se trasladaría desde el punto A al punto B*, desarrollando un proceso genuino de formación de capital, que logra aumentar la productividad, y que sería consistente con una leve deflación de precios. Este proceso, desde luego, no se desarrolla de un día para el otro. Sería necesario todo un proceso de ahorro e inversión, lo que implica tiempo.
Los gobiernos tienen, sin embargo, un medio para alcanzar el pleno empleo más rápidamente, que es recurrir a la política monetaria. Como decíamos previamente sobre la base del modelo keynesiano, el gobierno puede pasar desde el punto A al B, recurriendo a la política monetaria, alcanzando el pleno empleo, pero sabiendo que se generará un efecto inflacionario.
Como decíamos, Friedman nos enseñó que el efecto sólo sería de corto plazo, y que retornaría a su tasa natural de desempleo, neutralizando el efecto real en el largo plazo. Pero aquí viene la gran pregunta: ¿Permanecerá la economía en la misma tasa natural del 8 %, o se modificará luego de la etapa de auge en la que se alcanzó el pleno empleo, y el proceso de reajuste posterior? ¿Es el efecto realmente neutral en el largo plazo?
Aquí me apoyo en la tradición de la Escuela Austríaca, para explicar que, ceteris paribus, la economía alcanzará un nivel de desempleo mayor que aquel del inicio del ciclo. La explicación es sumamente lógica y sencilla para un economista austríaco, pero abre muchas incógnitas para el paradigma dominante.
La Teoría Austríaca del Ciclo Económico, desarrollada por Ludwig von Mises y Friedrich A. von Hayek, y que ha recibido ya numerosos aportes, nos enseña que el efecto en el largo plazo es no neutral sobre la actividad económica, el empleo y los salarios, y que el proceso de auge (boom) y la posterior crisis y depresión (bust), deja como consecuencia, un achicamiento (horizontal y vertical) de la estructura productiva, que en definitiva, es consistente con una caída del salario real de los trabajadores.
Podemos decir que ceteris paribus, es decir, suponiendo que la legislación laboral y el salario mínimo permanecen en el mismo nivel que al inicio del ciclo, ahora lleva a más trabajadores a estar por debajo de su nivel, y en consecuencia, el desempleo se incrementa.
Lo cierto es que empíricamente, ante cada crisis y depresión, los gobiernos no sólo no flexibilizan el mercado laboral, sino que le agregan mayores rigideces, como la conocida doble indemnización o incluso la prohibición por parte de los empleadores de despedir personal. Tales políticas impiden a la economía hacer el reajuste necesario, que para los austríacos implica que muchos trabajadores se desplazan desde sectores más intensivos en capital hacia sectores más cercanos al consumo, más intensivos en mano de obra.
En la figura que expusimos, es cierto que la economía retorna a su tasa natural, pero debemos destacar que esta tasa de desocupación tiene poco de “natural” ya que lleva implícita toda una serie de rigideces en el mercado laboral, que son ajenas al mercado.
Para la Escuela Austríaca el efecto no es sólo nominal, sobre los precios, sino que el desempleo aumenta, desde el punto B hasta el punto C, el que es mayor al punto A inicial. Si el gobierno insiste en aplicar políticas monetarias y crediticias expansivas, entonces dará comienzo a un nuevo ciclo, el que llevará a la economía a un nivel de desocupación cada vez mayor, alcanzando quizás el punto D, en el corto plazo, para luego instalarse en el punto E, una vez que se complete el nuevo ajuste.
Llegamos así a dos conclusiones: en el marco del modelo, que la Curva de Phillips debiera ser de pendiente positiva; en el marco de la política económica, que el gobierno no debe aumentar las sumas dinerarias si lo que está buscando es un proceso genuino de crecimiento y desarrollo económico. En definitiva, como nos enseñara Mises, el gobierno siempre alcanza precisamente los resultados contrarios a los que buscaba.
* Publicado originalmente en la Revista Digital Orden Espontáneo Nº 2 Julio 2009. Los detalles de edición, incluído el gráfico de la Curva de Phillips Austríaca, se encuentran en la misma.