Archive for febrero 2010

Curso: Introducción a la Filosofía de la Economía

febrero 26, 2010

A cargo del Mg. Rafael Beltramino. Máster en Epistemología e Historias de las ciencias (UnTref). Profesor de Historia del Pensamiento Económico y Epistemología y Metodología de la Investigación (UCEL).

Entrevista a Rafael Beltramino en la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala) acerca de las discusiones epistemológicas en la historia de la economía: http://newmedia.ufm.edu/entrevistabeltramino

Duración : Martes 23/3, 30/3, 6/4 y 20/4 en el horario de 17:30hs a 20:45hs.

Programa

Módulo I: Cuestiones generales de Filosofía de la Ciencia

Martes 23 de marzo.

Clase 1 (17:30hs a 19:00hs). Cuestiones terminológicas previas. Problemas principales: a) Términos teóricos y observacionales. b) Tipos de explicaciones científicas. c) Criterio de Demarcación.

Clase 2 (19:15hs a 20:45hs). Debates en filosofía de la ciencia del siglo XX. El positivismo lógico y el empirismo lógico. Las críticas de Kuhn y de Lakatos la concepción no acumulativa del conocimiento. Las posturas de Popper . Su evolución y su reinterpretación: Lawrence Boland.

Módulo II: El reflejo de las discusiones de la Filosofía de la Ciencia en la disciplina.

Martes 30 de marzo.

Clase 3 (17:30hs a 19:00hs). Terence Hutchison: El Significado y los Postulados Básicos de la Teoría Económica.

Clase 4 (19:15hs a 20:45hs). Fritz Machlup: Sobre la Verificación en Economía.

Martes 6 de abril

Clase 5 (17:30hs a 19:00hs). Milton Friedman: La Metodología de la Economía Positiva y su historia posterior.

Clase 6 (19:15hs a 20:45hs). Mark Blaug: La Formalización en Economía y su crítica.

Martes 20 de abril.

Clase 7 (17:30hs a 19:00hs). Deirdre Mc Closkey y el Enfoque Retórico. ¿“Todo vale”? Alexander Rosemberg y el carácter científico de la Economía. Wade Hands y la crítica a Rosemberg.

Clase 8 (19:15hs a 20:45hs ). Las explicaciones de la mano invisible. El trabajo de N.Emrah Aydinonat.

Modalidad del dictado: Teniendo en cuenta el carácter voluntario del curso, se utilizará tanto la modalidad de exposición dialogada, como la de Seminario. Especialmente en el Módulo II se usará preferentemente la segunda modalidad.

Se entregarán certificados de asistencia a quienes concurran al 75% de las clases (6 clases). Con carácter opcional, se otorgará un certificado de aprobación de curso a aquellos que aprueben un examen final escrito.

(Opcional): Cuadernillo de lecturas sugeridas. El mismo no se incluye con la inscripción. Precio a confirmar.

El curso se dicta en la sede de la Fundación Libertad (Mitre 170).

Inscripción: $100. Estudiantes $50. Cupos Limitados.

Consultas e Inscripción: centroadamsmith@gmail.com o al 4105000 (interno 700).

Ser es Elegir. ¿Puede suceder que tengamos demasiadas alternativas?

febrero 17, 2010

Por Sheldon Richman.

Sheldon Richman

Los críticos de izquierda y derecha del libre mercado muchas veces levantan la crítica de que el capitalismo fomenta el consumismo extremo y el materialismo. Las tiendas y los centros comerciales se multiplican, ofreciendo las 24 horas una desorientadora gama de productos sin los cuales la gente no hace mucho tiempo se las arreglaba perfectamente bien. Un muy conocido conservador aspirante a periodista/político una vez me dijo, “Tu has caminado por el centro comercial. ¿Realmente necesitamos todas esas cosas?”

A algunas personas – incluso a muchos consumidores- les causa molestia el número de alternativas dentro de categorías de productos. El New York Times recientemente publicó un informe acerca de unos estudios realizados por un profesor de psicología y un profesor de economía en los cuales se pretendía mostrar que los consumidores pueden verse abrumados con demasiadas alternativas. Mark R. Lepper, director del departamento de psicología de la Universidad de Stanford, le dijo al Times, “Uno se puede exceder en el proceso de ofrecer alternativas y cuando nos enfrentamos a una gama de opciones que es más grande de lo que podemos manejar, esto tiene efectos negativos”.

Según el Times:

El Dr. Edward L. Deci, un profesor de psicología de la Universidad de Rochester que estudia las motivaciones humanas (y que no realizó los estudios), dijo que “tener más que un número óptimo de opciones no es necesariamente un factor motivador, como muy bien han mostrado estos estudios”.

“Es muy importante para la gente tener opciones, poder decidir lo que es importante para ellos”, agregó. “Pero puedes sobrecargarte con ellas, simplemente como con cualquier otra cosa”.

Bueno, ok. Hay un grano de verdad aquí. Todos nosotros hemos estado desconcertados alguna que otra vez por una gran variedad de productos. ¿Pero lo manejamos, no? Le preguntamos a amigos acerca de sus experiencias o leemos críticas de productos o encontramos diferentes maneras de reducir la selección a un número manejable.

Además, lo que es un número óptimo de alternativas para una persona es un subóptimo para alguien más. ¿Debería fijar el estándar para todo el resto la persona menos competente manejando opciones?

La disponibilidad de numerosas alternativas no necesariamente instila el materialismo o el desconcierto. Cada individuo está todavía a cargo de su conducta y de su vida. Elegir es la consecuencia de la libertad, por lo que al momento de la exasperación, considera la alternativa. La gama de opciones bajo el socialismo no satisfacía a nadie, incluyendo a los gobernantes que se las arreglaban para obtener bienes del oeste.

Quejarnos acerca de los lujosos buffets que el capitalismo pone ante nosotros es como protestar en contra de los restaurantes tenedor libre abiertos las 24 horas. La existencia de esos restaurantes no implica que deberías comer todo lo que puedas las 24 horas del día. Simplemente indica, “Estamos aquí cuando lo desees”. Lo mismo se aplica al resto de los mercados.

No tienes que consumir todo lo que ves. Simplemente está ahí cuando lo quieras. Ejercita el sentido de la responsabilidad y prospera.

Artículo publicado en la Revista Digital Orden Espontáneo de diciembre de 2009.

Curso por E-learning: Principios del Liberalismo

febrero 16, 2010

Curso de capacitación a distancia por E-learning

Profesor: José Benegas. Abogado, Master en Ciencias Políticas(ESEADE), Periodista.

Programa

Módulo 1: Fundamentos éticos del liberalismo
• El individuo y el estado
• La libertad como valor ético antes que como receta económica

Módulo 2: De los fundamentos a la realidad.
• ¿Qué es una política social y económica liberal
• ¿Cuál es la respuesta liberal a temas de pobreza, marginación, exclusión social.
• ¿Cuál es la solución práctica liberal a estos temas en 2009

Módulo 3: Liberalismo y política.
• Restricciones políticas a las propuestas liberales. Como superarlas
• Neo liberalismo o Neo Populismo: ¿Es ese el debate en América Latina?
• Los estragos del neopopulismo y cómo combatirlo. Casos de Venezuela y Cuba.
• ¿Es posible un “liberalismo del siglo XXI?

Modalidad: El curso se dicta por Internet, no requiere estar conectado on line.
Incluye material didáctico, ponencias, artículos, papers, videos, foros, etc.
Te conectas cuando quieras desde donde quieras durante las fechas indicadas.

El curso se llevará a cabo en el campus virtual de la
Red de Aprendizaje para el Cambio: http://www.REDACAM.com

Fecha de Inicio: 1° de marzo de 2010. Finaliza el 19 de marzo de 2010
Inscripción
Costo: u$s 45 ó $ 170 pesos argentinos
Precio para ex alumnos REDACAM, socios de Fundación Atlas 1853, NMP+Network: U$S 40 / $ 150
(descuento válido hasta el 24 de febrero de 2010)
Forma de pago: Tarjeta de crédito en nuestro sitio web, transferencia o depósito bancario.

Informes: info@redacam.com o gdlazzari@infovia.com.ar
Auspician: Fundación Friedrich Naumann, Fundación Atlas 1853, RELIAL

CURSO DE VERANO: LAS ESCUELAS DE PENSAMIENTO MACROECONÓMICO

febrero 11, 2010

A cargo del Dr. Adrián Ravier. Miércoles 17 y 24 de febrero; martes 3 y 10 de marzo.

Adrián Ravier

Objetivo: El curso tiene por objeto desarrollar un estudio comparativo de los enfoques macroeconómicos. Previa una consideración general acerca del origen de las escuelas de pensamiento macroeconómico, en cada encuentro se repasarán los contenidos básicos del pensamiento de cada escuela y su interpretación de la crisis financiera internacional.

Programa:

I. El origen de las escuelas de pensamiento macroeconómico
Las tres etapas del pensamiento económico. Justicia económica (Aristóteles y Santo Tomás). Política económica (Mercantilistas vs. Laissez Faire). Teoría económica. Adam Smith y los Clásicos. Revolución marginal. Economía moderna. El origen de la Escuela Keynesiana, la Escuela Monetarista y la Escuela Austríaca. Análisis comparativo entre Escuela Neoclásica y Escuela Austríaca.

II. John Maynard Keynes y el Keynesianismo
Keynes: el político, el empresario, el economista. Keynes versus keynesianismo. La Teoría General. Teoría particular orientada al corto plazo. El modelo keynesiano simple y los componentes de la demanda agregada. El consumo. La inestabilidad de la inversión y los animal spirits. El gasto público y su efecto multiplicador. El proteccionismo mercantilista. La interpretación keynesiana de la Ley de Say. La no neutralidad del dinero en Keynes. La inflación según Keynes y sus derivaciones. Keynes y los ciclos económicos. La Curva de Phillips Keynesiana. La aplicación de Samuelson-Solow. El proceso de estanflación.

III. Milton Friedman y el Monetarismo
La contrarrevolución monetarista. La lucha de Friedman contra la inflación. Curva de Phillips vs Curva de Fisher. Salario nominal vs salario real. Corto plazo vs Largo plazo. El rol de las expectativas adaptativas. La teoría cuantitativa del dinero y la causa monetaria de la inflación. La neutralidad del dinero en el largo plazo. La tasa natural de desempleo. Los agregados en el monetarismo. La regla monetaria. La independencia del banco central. La Curva de Phillips Monetarista.

IV. Friedrich A. von Hayek y la Escuela Austríaca
Macroeconomía del capital y ciclos económicos. La micro-fundamentación de la macroeconomía. Tasa de interés, ahorro, inversión y formación de capital. Causas y consecuencias de la inflación. La no neutralidad del dinero en el corto, mediano y largo plazo. La teoría austríaca del ciclo económico de Mises y Hayek. El aporte de Roger Garrison al análisis de los ciclos económicos. La deflación de precios. La Curva de Phillips de pendiente positiva.

Duración: miércoles 17 y 24 de febrero; martes 3 y 10 de marzo, en horario a convenir con los inscriptos (Opciones: de 9 a 11 hs; de 13 a 15 hs; de 16.30 a 18.30 hs).

Arancel: $150.

Consultas e inscripción: info@eseade.edu.ar o al 4773-5825

Adrián Ravier

Licenciado en Economía, Master en Economía y Administración de Empresas y Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Es co-autor del libro Elementos de Economía Política, editado por la editorial LA LEY, en agosto de 2007. También es compilador del libro La Escuela Austríaca en el Siglo XXI editado por la Fundación F. A. von Hayek. Es Profesor en ESEADE, Universidad del Salvador (USAL), Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde mayo de 2006 es Investigador de la Fundación Hayek. Escribe en http://www.adrianravier.wordpress.com

Deber implica Poder. Las declaraciones éticas sin estudios económicos conducen a políticas públicas desastrosas.

febrero 8, 2010

Por Steven Horwitz*

Una de las objeciones más comunes al libre mercado es que este ignora las consideraciones éticas. En particular, los críticos argumentan que hay muchas cosas que “debemos” hacer, que ellos creen que mejorará la vida de las personas. Debemos “redistribuir” el ingreso hacia los pobres, ellos dicen. Debemos hacer de la atención médica un derecho. Debemos arreglar la economía mediante salvatajes a la industria financiera.

El problema con estos “debemos” es que finalmente confrontan el principio deber implica poder. ¿Puede el fin deseado (mejorar el bienestar del pobre, por ejemplo) ser alcanzado por los medios elegidos (redistribución del ingreso)? Si no es así, ¿Qué significa realmente el “deber”? “Debemos” sin tener en cuenta si “podemos” – declaraciones éticas sin estudios económicos – es probable que lleve a políticas públicas desastrosas.

Al explorar la relación entre la economía y la ética, podemos empezar con dos definiciones que parecen relevantes aquí. El economista David Prychitko definió una vez a la economía como “el arte de poner parámetros a nuestras utopías”. Y en una definición particularmente aguda, el premio Nobel F.A. von Hayek escribió que “la curiosa tarea de la economía es demostrarle a los hombres cuan poco realmente saben sobre lo que imaginan que pueden diseñar”. Lo que ambas definiciones sugieren es que la economía trata con el reino de lo “posible” y al hacer esto, demarcan los límites de lo que debería ser imaginable. Antes de que digamos que “debemos” hacer algo, quizás debamos estar seguros de que podemos hacerlo, en el sentido de que la acción es posible que alcance los fines pretendidos. Puesto de una manera diferente: deber implica poder.

Los especialistas en ética pueden imaginar todo tipo de ideas para remediar los males sociales, pero ninguno de los aspirantes benefactores puede darse el gusto de ignorar el análisis económico. Ser capaces de soñar algo no garantiza que sea posible. Muy a menudo las declaraciones éticas tienen un aire de arrogancia, en este sentido el locutor simplemente asume que podemos hacer lo que él dice que debemos hacer. Por el contrario, la economía demanda algo de humildad. Nosotros siempre tenemos que preguntarnos si es humanamente posible hacer lo que los especialistas en ética dicen que debemos hacer. Decir que debemos hacer algo que no podemos hacer, en el sentido de que no se alcanzará nuestro fin, es engancharse en un ejercicio inútil. Si no podemos hacerlo, decir que debemos es ordenar lo imposible.

Así que por el contrario de las quejas oídas comúnmente, no es que los economistas ignoren los temas éticos. Preferimos intentar describir los resultados posibles de poner reglas éticas particulares a la práctica. Por ejemplo, alguien puede argumentar que un salario digno es un imperativo ético, pero eso no cambia el análisis económico de las leyes de salario mínimo. Esas leyes incrementan el desempleo y/o llevan a reducciones de compensaciones en formas no monetarias entre los trabajadores menos habilidosos, pero especialmente en los jóvenes, hombres y no blancos. No importa cuanto pensemos que debemos aprobar tales legislaciones como una forma de ayudar a los pobres, la realidad sigue siendo que la economía nos muestra que no podemos ayudarlos de esa manera. Aquellos que argumentan que debemos tener tal ley pueden aprobarla si quieren, pero deberían hacerlo con los ojos bien abiertos al hecho de que no alcanzará el resultado que desean, no importa cuanto hayan pensado que debemos tenerla.

Tal vez sería mas preciso decir que los expertos en ética ignoran economía, más que los economistas ignoran la ética. Hasta el punto de que lo que la buena economía muestra lo que podemos hacer y lo que no con las políticas sociales, está relacionado con la ética. Después de todo, si el punto de decir que debemos hacer X es que pensamos que se alcanzaran algunos fines moralmente deseables, luego sabiendo que si se hace o no X se alcanzaran esos objetivos es, o al menos debería ser, una parte fundamental de la cuestión moral. Una de las tareas que los economistas deberían establecerse para ellos mismos es participar en este tipo de diálogos con filósofos moralistas y otros quienes discuten desde los “debemos”. El reciente libro del economista Leland Yeager “Ethics as Social Science” es un buen ejemplo de cómo la economía puede informar acerca de cuestiones éticas de este modo.

Estudiando el “deber”, ignorando el “poder”

La pregunta más interesante es el grado al cual los filósofos moralistas involucran a la economía mientras desarrollan sus teorías. Quizás sea verdad que los cursos introductorios de economía no consideran preguntas morales tan a menudo como deberían, pero parecería ser tan cierto como eso que los cursos de ética y estudios religiosos no son afines a confrontar argumentos económicos o datos económicos que se relacionan con sus disciplinas. Explorar el “deber” sin añadirle el “poder” no hará que uno llegue lejos a la hora de diseñar políticas publicas que alcancen los resultados pretendidos. Una excepción a este descuido de la economía es el filósofo Daniel Shapiro con su libro “Is the Welfare State Justified?”. En ese libro, utiliza una buena cantidad de datos empíricos y teoría económica para responder a la pregunta sobre si el Estado de Bienestar puede hacer lo que sus promotores claman. Desde el lado filosófico, este es el tipo de trabajos que necesitan ser realizados.

Poder no significa deber

Una vez que discernimos lo que hay detrás del “deber implica poder” podemos ver que su recíproca también es cierta. Así como no podemos hacer todo lo que la gente dice que debemos, no debemos hacer todo lo que podemos. Vemos esto en los frecuentes llamados a actores políticos a “hacer algo” frente a una crisis. Hay muchas cosas que los políticos pueden hacer en una crisis, y hacerlas es relativamente fácil por lo general, especialmente si los políticos pueden generar un clima de miedo para ayudar a hacer parecer el “deber” más urgente. Pero el hecho de que ellos pueden hacer algo no siempre significa que ellos deben hacerlo. Aun si fuera cierto que “sí, podemos”, entender las consecuencias no vistas o no intencionadas de lo que los políticos pueden hacer nos debería ayudar a decidir si deben hacerlo o no.

Ambas maneras de mirar el “deber implica poder” pone a los economistas en la posición de tirar agua fría a los planes y diseños de los ingenieros sociales de izquierda y derecha. Esto es lo que Prychitko y Hayek querían decir. Los economistas son vistos de esta manera como los meros derribadores de las ideas de otros sin venir con soluciones propias. Hay algo de verdad en este reclamo. Así es como los economistas pasan bastante de su tiempo. Pero es una función importante: mostrar porqué una solución propuesta sólo traería problemas peores es una contribución valiosa al proceso de solución del problema.

Sin embargo, es más relevante que los economistas nos enseñan que las soluciones son encontradas mucho más a menudo en las acciones de los individuos y organizaciones que responden empresarialmente a las situaciones que enfrentan. La noción de una solución de arriba hacia abajo a cualquier problema social va a atraer el ojo crítico del economista. En términos de “deber implica poder”, los economistas a menudo son reacios a decir lo que todos deberían hacer porque ninguna persona o grupo de gente sabe lo que la gente puede hacer. Si deber implica poder, y “poder” es gente en particular en contextos particulares desarrollando soluciones a sus problemas, entonces es difícil decir lo que todos debemos hacer, especialmente en una crisis. Esta es la manera en las que las definiciones de Prychitko y Hayek funcionan en el mundo real.

Todos los temas nombrados arriba han estado a la vista en la crisis económica actual. El salvataje al sector financiero es un ejemplo clásico de dejar que el “deber” aniquile al “poder” y asumir que debemos hacer todo lo que aparentemente pueda ser hecho. La promesa original del salvataje era que el gobierno iba a comprar los activos tóxicos de las instituciones financieras en problemas y luego revenderlos, haciendo el costo real substancialmente menor a los $700 miles de millones originales. Muchos críticos, incluyendo varios economistas, sugirieron que este plan no solo era contraproducente (porque sólo aumentaría la probabilidad de que otras firmas tomaran riesgos imprudentes en el futuro) sino que también la disponibilidad de esos fondos conducirían a reclamos de que el gobierno los use en otras formas igualmente improductivas. Eso es más o menos lo que ha pasado a medida de que el salvataje se expandía a ser dueño parcial de bancos y luego a la industria automotriz. El plan cambió de nuevo cuando el gobierno anuncio que no adquiriría los activos en problemas, sino que inyectaría dinero directamente en los bancos y en otro tipo de negocios. Pero luego todos los “debemos” chocaron nuevamente contra los límites de lo que puede ser hecho vía intervención gubernamental. Mientras tanto, la maquinaria del gobierno hizo muchas cosas que puede hacer (prestar y crear dinero, por ejemplo) sin que los planificadores piensen mucho sobre si “deben” hacer alguna de esas cosas.

Los científicos sociales que pasan por alto temas éticos abandonan uno de sus roles principales en mejorar la condición humana, y los especialistas en ética que ignoran la ciencia social al formular sus prescripciones morales son negligentes por no preguntar si esas soluciones alcanzarán sus fines. Sólo cuando ambas se den cuenta de que deber implica poder, tendremos políticas públicas basadas en un correcto entendimiento de las interacciones humanas.

Artículo publicado en la Revista Digital Orden Espontáneo de diciembre de 2009.

Manos visibles e invisibles. El orden del libre mercado reconoce la importancia de una moral autodirigida.

febrero 2, 2010

Por Douglas Den Uyl y Douglas Rasmussen*

Se ha dicho, usualmente, que los mercados son dirigidos como “si una mano invisible” trajese orden y cooperación entre las personas. Los mercados usan incentivos y el interés mutuo para alcanzar este resultado harmonioso. Sin embargo, hay otro método “más antiguo” de organizar a las personas en torno a lo que es “bueno” o “correcto”, esto es la Ética. La ética, en contraposición a los mercados, organiza a las personas en torno a directivas y órdenes autoritarias.

Esto genera una pregunta: ¿cómo puede sostenerse que la autorregulación y el orden espontáneo de los mercados, de forma alguna, dependan de o usen a la ética? ¿Acaso tiene sentido fomentar la ética en un sistema que se autorregula? ¿Acaso no están estos principios contrapuestos, en lugar de ser complementarios, en lo tocante a la organización de una sociedad?

En pocas palabras, ¿cuál es exactamente la conexión entre la mano visible de la ética y la mano invisible del mercado?

Las órdenes del libremercado hacen poca referencia a las normas morales como base para solucionar el problema de coordinar a la gente en una sociedad. La mayoría del tiempo, ni siquiera conocemos a la persona con la que interactuamos como para formular un juicio de valor ético acerca de ellos. Esta “impersonalidad”, es ciertamente una cuestión positiva. Podemos interactuar con, y beneficiarnos de, más personas que si estuviésemos pendientes acerca de si su visión del bien y del mal es coincidente con la nuestra, o si adhieren a los mismos principios morales inclusive. En el mercado, intercambiamos por mutuo beneficio y luego cada cual se ocupa de sus asuntos.

De esta manera, algunos han dicho que el orden del mercado es amoral y posiblemente inmoral. Otros siguen sosteniendo la idea de que los mercados producen caos y reclaman algo como una directiva ética que les sirva de base para la cooperación social. Aparentemente, esto aseguraría que la ética entre en escena, sin embargo, se apoyaría en la noción errónea de que los mercados producen caos. Entonces, mantengamos un momento la idea de que los mercados coordinan perfectamente a las personas sobre la base del interés mutuo y el consentimiento. Asumiendo esto, para qué necesitamos de la ética? Y más aún, inclusive si le encontrásemos una utilidad, acaso no sería esta menos importante en relación al orden del mercado?

Primero, sabemos que en ningún orden social podemos permitir que las personas hagan cualquier cosa que quisieran. No deberíamos poder fundar Asesinato S.A. Entonces, parecería ser que necesitamos algunas reglas incluso dentro del orden del mercado. Esto sugiere inmediatamente que la ética tendría un rol que ocupar en determinar esas reglas. Pero entonces, ¿por qué no permitirle a la ética que determine todo? ¿Por qué, en otras palabras, consultamos a la ética acerca de ciertos asuntos y no otros? Podríamos decir que dejamos de hacer uso de la ética cuando el enfoque del mercado de usar el interés en lugar de órdenes comienza a funcionar mejor que la mano visible de la ética. Con esta respuesta, lamentablemente, nos quedamos paralizados en cuanto a la manera de proceder.

Por un lado, por ejemplo, podrían estar aquellos a quienes les importa menos que las cosas funcionen y quieren asegurarse que la gente haga lo correcto. Por otro lado, están aquellos interesados en aquello que funciona, pero tienen desacuerdos acerca de qué funciona mejor que qué. Finalmente, quitando aquellos que consideran que los mercados no funcionan en lo absoluto, están aquellos que pueden decir que los mercados funcionan bien en esferas limitadas, pero que la ética debería ser la forma dominante de organizar las personas. Todas estas posiciones parecen entrometerse en la defensa de la libertad ofrecida por el mercado. Y si fuéramos en la otra dirección y nos entregásemos al sistema del mercado, parecería que estamos fomentando una cultura de interés por sobre las responsabilidades éticas, ya que la ética parecería estar muy poco relacionada a la dinámica diaria del mercado.

Nosotros, sin embargo, creemos que esta aparente “ignorancia” de los asuntos éticos no sólo está justificada si no que se trata de una suerte de celebración de la ética. En cierta forma, menos es más. Mucha menos preocupación acerca de adherirse a directivas impuestas en la esfera pública puede significar un mayor respeto por la ética en general. No estamos diciendo que la libertad del mercado va a hacer a las personas más éticas. Podemos llegar a creer que eso es posible – si bien generalmente es cierto – pero sin importar su veracidad, nuestro punto es diferente. Estamos diciendo que esta forma de organizar la sociedad – dándole a la gente unas reglas simples y permitiéndoles interactuar entre ellos basados en proyectos, acuerdos, planes o el interés mutuo de forma libre – es un abordaje que le otorga a la ética un lugar privilegiado en la sociedad. Por “lugar privilegiado” no queremos decir que la sociedad necesariamente se vuelva más ética o que funcionará mejor. Queremos decir que la sociedad va a darle a la ética una importancia clave en el funcionamiento de su estructura.

En esta conexión realmente hay sólo dos formas de proceder. O la sociedad es estructurada en torno a cierto principio ético (o conjunto de principios) tal que el propósito de la sociedad sea vivir en torno a ellos, o la sociedad toma algunos principios éticos para que sean centrales mientras deja la elección de otros a las personas. Obviamente, la sociedad de mercado, o el orden liberal, es un ejemplo de esto último. Por supuesto, esto nos trae la pregunta: ¿cuáles principios deberían ser centrales y por qué?

Tal vez, podremos enfocar de forma diferente esta pregunta. En lugar de asumir que estamos de acuerdo en lo que la ética y la política significan, hagamos algunas preguntas básicas. Por ejemplo, qué es la ética? Tomamos a la ética como la investigación tendiente a descubrir cómo cada cual debería vivir. Eso se refiere particularmente a las acciones que uno debería realizar para vivir bien. Puesto en estos términos, una cosa que inmediatamente sobresale es que la respuesta a esta pregunta puede variar de persona en persona. Si esto es cierto, entonces el orden de mercado ciertamente reconoce, y fomenta, el pluralismo en las formas de vivir. Sin embargo, este no es nuestro punto principal, pero es algo importante para recordar cuando se piensa acerca de la ética y el mercado. Si puede haber más de una forma de vivir bien, entonces el mercado será el sistema más eficiente de organizar a las personas al reconocer esa verdad.

Por cierto, uno puede vivir de mala manera bajo libertad y pluralismo. El orden del mercado puede permitir que alguien use erróneamente o abuse de su responsabilidad de vivir bien. Parecería, entonces, que el orden del mercado (en abstracto) ni es defensor ni detractor de una buena vida. Puede ir de un lado al otro dependiendo de cada caso en particular. Pero eso puede no llegar a resolver la cuestión. Porque al preguntarnos qué es la ética, podríamos preguntarnos también cuál es el conflicto social que estamos tratando de resolver que nos trae a cuestionarnos acerca de la ética en primer lugar. Ya conocemos parte de la respuesta, necesitamos ciertas reglas para vivir cuando estamos en compañía de otros.

Pero a la luz de lo que venimos diciendo, esas reglas tienen que hacer dos cosas a la vez. Primero deben poder aplicarse de manera equitativa a todas las personas en la sociedad. No podemos estar aplicándolas a ciertas personas sí y no a otras, dado que estos son principios básicos a la hora de entender a la sociedad como un todo. De la misma manera, deben poder aplicarse a todos reconociendo, a su vez, que pueden existir diferentes formas de vivir bien. Esto quiere decir que deben reconocer el pluralismo del que hemos hablado mientras se trata a todos de igual forma. No podemos caer en la trampa de procurar que todos vivan de determinada manera. Eso, violaría la variedad que ya hemos sostenido como necesaria dentro del pluralismo ético y que es generosamente permitido por el mercado. Tampoco, podemos asumir una postura que prescinda de reglas generales. Esto nos impediría comprender cómo comportarnos con otros cuando no sabemos si compartimos los mismos principios éticos. Debemos ser tanto genéricos como específicos a la vez con el principio rector que decidamos adoptar.

Parecería ser que continuamos en un impasse. ¿Qué tipo de regla o principio puede tanto referirse a todos a la vez, permitir diferentes formas de vida, y no favorecer cierto sistema sobre otro? ¿Qué principio podría servir para tal función?

Diferentes tipos de principios éticos?

Antes de responder a esta pregunta, debemos abrirnos a una posibilidad adicional. Puede ser el caso de que no todos los principios éticos sean del mismo tipo. Quizás algunos principios son de un tipo y otros de otro, y entonces sólo algunos serían relevantes para nuestro problema. Otra forma de tratar el asunto es suponiendo que quizás algunos principios son apropiados para resolver el problema de cómo vivir entre otras personas y otros acerca de cómo vivir bien. Sin embargo, esto tampoco podría estar del todo acertado, ya que todo vivir bien implica vivir entre otras personas. Quizás, entonces, necesitamos principios que se refieran a la posibilidad de vivir bien entre otros y principios que hablen de vivir bien, inclusive mientras estamos entre otras personas. Si está abierto a esto, podemos encontrar juntos la respuesta a nuestro problema.

¿Cuál es, entonces, el principio que a) puede aplicarse a todos, b) puede aplicarse en cualquier situación ética, c) no favorece ningún estilo de vida sobre otro, y d) es algo en lo que cada uno tiene un interés ético cada vez que actuamos? Puede existir tal principio?

Creemos que sí: el principio de la “auto-dirección.” Más específicamente, el principio que debe regir nuestro orden social es el deber de proteger la posibilidad de autodirigirse. Por autodirección no nos referimos a nada complicado – tan sólo a la habilidad de hacer y ejercitar elecciones como agentes actuantes. Uno no necesita ser autónomo – esto es, en plena posesión de toda la información relevante y el poder de razonar – ni tampoco debe uno estar eligiendo correctamente. Uno simplemente debe tener la habilidad de realizar elecciones dentro de cualquier sistema de limitaciones que uno confronta. Creemos que, para que una acción sea tenida por ética tiene que ser algo que uno elige o que es responsable por. Si uno no eligió actuar de esa manera o sólo pudiese ser responsable si tuviese toda la información del mundo o la omnisciencia, entonces no habría mucha ética alrededor.

La forma más obvia y común de impedir la autodirección es mediante el uso de la violencia física. Puede haber otras, pero la violencia es fácilmente reconocible por todos y más o menos fácilmente prevenible. Dado que nuestro principio debe ser genérico y público, necesitamos tener uno que sea fácilmente identificable y no demasiado sutil o complejo. La lista usual de crímenes, como el robo, la violación, el fraude, entre otros, cumplen este criterio bastante bien. Si no permitimos estas cosas en sociedad, hay una presunción fuerte de autodirección cuando vemos a las personas actuando en sociedad.

Al proteger la posibilidad de autodirección, debería resultar claro que no estamos tratando de hacer buena a la gente o siquiera procurando incremente su efectividad en ser autodirigidos. Lo que estamos tratando de hacer, al proteger la posibilidad de comportarse de forma autodirigida, es darle una chance a la ética. Ciertamente, si, como creemos, la autodirección está en la base de cada acto que debe ser tenido por ético, la sorprendente conclusión es que es el sistema de mercado, al darle a la libertad un lugar privilegiado, quien le da a la ética la mayor posibilidad de desarrollarse!

Todavía no tenemos una sociedad completamente ética orientada a proteger la posibilidad de autodirigirse. Eso dependerá de si las personas ejercen su libertad de formas éticas. Nótese, sin embargo, que si usted no ejerce su libertad de esta manera, no me quita a mí la posibilidad de ejercerla de forma diferente, ya que lo que estamos protegiendo es la posibilidad de autodirigirse – no formas particulares de autodirección. Véase, también, que si tratamos de forzar algo más que la posibilidad de autodirigirse, es muy probable que terminemos orientando las cosas a favor de un estilo de vida determinado violentando a otros. Parece ser que debemos adoptar totalmente a la libertad como nuestro principio rector o no. Pero si no lo hacemos, la sorprendente conclusión sería que estaríamos abandonando un elemento central para poder tener a cualquier conducta por ética. Debemos, en otras palabras, tener en mente un tipo de principio ético para poder proteger a otro – en este caso lo fundamental para todas las otras acciones en un contexto social. Si revirtiésemos las prioridades, podríamos estar destruyendo los fundamentos de la ética.

Volviendo posibles a las acciones éticas

Parecería ser que las sociedades de mercado son indiferentes o ambivalentes acerca de la ética, pero si es así, es porque sólo ellas reconocen que hay una diferencia entre principios éticos que habilitan la posibilidad de que haya acciones éticas en sociedad y principios éticos que nos guían acerca de lo que debemos hacer para vivir bien o para cumplir nuestras obligaciones con terceros o con nosotros mismos. Esta es otra forma de decir que el orden del mercado, por una buena razón, no quiere ser entendido como una filosofía ética. No es una filosofía acerca de cómo vivir éticamente. Es, en su lugar, una respuesta a la pregunta acerca de cuál es el rol de la ética en la organización social. La respuesta, es simplemente que debe organizarse para proteger la posibilidad de las personas de actuar éticamente, intentos de hacer algo más comprometerían esta meta básica. Esto puede alejarse un poco de la filosofía del vivir que acostumbramos oír, pero es acorde a la verdad que el buen vivir sólo puede ser alcanzado por individuos que son responsables por sus acciones.

Podemos decir a modo de conclusión, acerca de un orden de mercado liberal, que él, y sólo él, exhibe un profundo reconocimiento acerca de la centralidad de la moral autodirigida en el campo de la ética y reconoce, así, la importancia de protegerla. Este reconocimiento tendería a manifestarse en forma de sospecha sobre cualquier esfuerzo que procure reemplazar a la autodirección con alguna otra forma predeterminada de trayectoria moral, sin importar lo atractivo que este programa pueda resultar. Estas normas que protegen la autodirección sólo pueden ser alteradas en nombre de la autodirección, caso contrario, debe dejarse que la autodirección sea ejercida. La sabiduría oculta del liberalismo clásico, y evidentemente la razón de su increíble efectividad práctica y su poder, radica en que cuanto menos la ética sea objeto de la intromisión gubernamental existe más posibilidad de su desarrollo en la sociedad. Mientras que hay sólida evidencia para sostener que las normas liberales hacen que las personas estén mejor económicamente, es quizás menos notorio que el orden liberal permite alcanzar algo más profundo en el plano ético. Les permiten a las personas ser humanos – esto es, le permiten a los individuos aplicar esas dotes particulares llamados razón, juicio crítico y simpatía hacia fines y propósitos que ellos mismo han elegido. El orden del mercado, no es, entonces, una institución deshumanizante, muy por el contrario, es la más humana y ética de todas.

Artículo publicado en la Revista Digital Orden Espontáneo de diciembre de 2009.

*Douglas Den Uyl es vicepresidente de los programas educativos de la Liberty Fund. Douglas Rasmussen es profesor de filosofía en la St. John’s University. Juntos, escribieron “Norms of Liberty: A Perfectionist Basis for Non-Perfectionist Politics” Politics (Pennsylvania State University Press).